Las llamas quemaban su piel. Aunque sentía el horrible ardor, sentía que su piel no se consumían.
Se veia desdichado. No sabia si se lo había ganado o era una mala jugada del destino. Solo deseaba salir de allí.
Ninguna de sus lágrimas, ni gritos paraban aquel infierno.
No había misericordia para él. No había paz en su interior.
Aunque apretaba sus dientes, su angustia incrementaba.
El miedo de ver su alrededor le obligaba a cerrar los ojos.
En medio de todo eso pudo oír un grito a su lado derecho. Luego otro a su lado izquierdo.
Uno parecía el de una chica y otro el de un chico.
Él usó toda su fuerza de voluntad para abrir sus ojos y se sorprendió con lo que observó.
Él no era el único en ese infierno. Habían más.
No era el único que sentía todo eso. Junto a él, en ese inmenso planeta había millones sufriendo.
Los dolores de ellos eran distintos, pero todos cargaban una pena. Algunos decidían ignorarla, otros se dejaban consumir por ella.
Allí, él se dio cuenta que en sus manos estaba la decisión sobre cómo viviría de ahora en adelante.
En sus manos estaba la decisión… De Cómo vivir
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Abre tus ojos a la realidad.
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