Ella tomaba mi brazo con fragilidad, no podía pronunciar ni una palabra, su enfermedad no se lo permitía.
Podía sentir como sus energías se terminaban. Las lágrimas eran reprimidas para no derrumbar la poca entereza que en nuestros cuerpos se hallaba.
Caminábamos por aquel largo y frío pasillo. Ambos estabamos destruidos.
Ella deseaba sanar mis heridas. Yo deseaba intercambiarme con ella pero no tenia el poder para hacerlo.
Estabamos en situaciones distintas. Nos encontrabamos en polos opuestos. Yo sufría de depresión y nadie creía que eso fuera una enfermedad, ella tenia cáncer y ya era terminal.
Eramos tan diferentes pero por una extraña razón sabíamos cómo nos sentíamos.
Es complicado explicar ese momento, cuando dos almas tienen una conexión que solo ellos puedes sentirla. Cuando no hay necesidad de palabras. Lo único que es necesario es la inmensa empatia que rompe el plano físico y llega a lo espiritual.
Sabia que ella no tenia fuerzas pero el saber que estaba dispuesta a gastarla en mí, era el gesto más hermoso de este planeta.
Los dos queríamos descansar de este infierno que se llama «Vida». Ella logró descansar y yo sigo esperando el momento en que pueda besar a Morfeo y dormir en sus brazos por la eternidad.