Solo me bastó verte una vez para saber que mi mundo no sería el mismo. El sentirme sin aire producto de tu mirada aumentaba mi ansiedad. Dejar de dormir ideando un plan para poder volar al ritmo de la melodía de tu voz.
Un salto de fe. Tomar toda mi falta de confianza y convertirla en fuerza de voluntad para poder acercarme y decirte «Hola».
Te impregnaste en mí y ahora no sé cómo hacerte salir. Intento marcharme, objetivo fallido. Trato de verte como amiga, me derrito cada ves que apareces.
Soy el culpable por ilucionarme. Acepto mi sentencia de muerte. Acepto que nada de lo que imaginé nunca podrá pasar.