Cada gota que caía, todo ese inmenso sonido danza a mi alrededor, las personas corren intentando no mojarse. Pero yo, pero yo sentía que esa lluvia expresaba las lágrimas que desean salir de mis ojos, todo esos gritos que tenían años guardados dentro de mi, la inmensa necesidad de correr sin tener ningún punto de llegada.
Por mi mente pasa todo ese sufrimiento, todas esas palabras sin decir. Éste vacio quema cada centímetro de mi alma, pero siento que ya no puedo hacer nada para detenerlo.
Allí estaba el cielo liberando esa cantidad de agua pero yo solo me pregunto ¿Cómo puedo liberar todo esto que siento?
-Andres vas a coger un resfriado.- me grita la gerente del local. Pero mi mente no se encuentra en este mundo, ella solo quiere libertad.
Decido entrar y allí están todos mirando como estoy mojado por completo.
– Yo sé que es una noticia muy fuerte y más con esta situación económica, pero tienes que estender que la empresa precisa una reducción de personal y tú fuiste seleccionado. Lo siento tanto Andrés, tienes que entender que no tenemos más opción.-
Yo estaba en pánico. Desde que mi madre había enfermado me propuse hacer de todo para no perder este empleo y ahora me encuentro aquí sin nada.
-¡Hago lo que sea pero por favor ayudame! – imploro mientras sentía como me quedaba sin aire y mis manos comenzaban a sudar.
-Lo siento, debes desocupar la oficina. –
Después de salir de la empresa camine algunas cuadras. Me sentía tan derrotado. La lluvia no tenía contemplacion y se hacía más poderosa. Mi mente intentaba encontrar soluciones pero lo único que encontré fue una plaza vacía en la cuál no tuve más opción que sentarme y comenzar a llorar.
Cuando llegué a casa, la Soledad fue a mi encuentro.
Siempre viví solo con mi madre, después que mi padre decidió probar nuevos destinos, la vida no fue sencilla ni para ella ni para mi. Aún recuerdo estar de pie en la ventana y ver como él se encontraba afuera de la casa con aquella inmensa sombrilla negra, intentaba protegerse del agua mientras esperaba el taxi, pero en mi mente solo estaba una pregunta «¿ Ahora quien cuidará de nosotros?»
Mi madre se dedicó a trabajar, solo la veía en las noches, cuando llegaba tan cansada que no tenía ni ganas de conversar.
Ella no volvió a creer en el amor. No dejó entrar a más nadie en nuestras vidas.
En el transcurso de los años me acostumbré a la Soledad. Los términos amigos y familia se hicieron irreconocibles para mi. Solo me dediqué a estudiar y cuando ella enfermó de cáncer comencé a trabajar para cubrir el costoso tratamiento. Siempre viví con la esperanza de escuchar el timbre de la puerta y ver a mi padre allí, de regreso, el no necesitaría ni dar explicaciones ni pedir perdón. Solo necesitaba abrazarme.
Me miraba al espejo y sabía que debía ser fuerte. Por ella.
El el transcurso de los días pude subsanar algunos gastos con el dinero que dieron para mi en la empresa. Yo iba a cuidar de mi madre al hospital mientras buscaba un nuevo empleo. Ya había dado mi sueño de ser ingeniero como perdido.
Algo dentro de mi se sentía diferente, como si mis bases estuvieran quedando sin fuerzas.
El día domingo 15 de marzo, el sol demostró su poder. Todo estaba tan bonito, los pájaros cantando, los niños corrían tan alegres vestidos de aquel bonito uniforme, sin arrugas, brillantes. Sentía que era una señal del cielo que me decia que aquella próxima semana todo mejoraría.
Al llegar a ese hospital intenté con todas mis fuerzas no dejarme influenciar con el ambiente del lugar. Queria que mi madre sintiese ese positivismo que yo sentía.
Pero algo me pareció extraño. Un enfermero frente a la puerta que me decía que no podía entrar, que yo debía hablar con la doctora. El aire comenzó a faltar de nuevo, mis manos comenzaron a sudar. Empujé al enfermero en contra de la pared y pregunté que estaba pasando. Y él asustado solo dijo: -La señora está muy grave, no creemos que pase de hoy. –