El dolor me formó.
Con lágrimas me preparó antes de moldearme.
Los planos de lo que yo iba a ser, fue hecho con trazos de abandono.
La soledad le dio fuerzas a mi creador para amasarme con firmeza.
Algunas personas paseaban por la calle y siempre se detenían en el taller a observarme y notaba las palabras bonitas que expresaban sobre mi, pero ellos no conocían todo lo que sucedía en aquel taller.
Cierto día mi alfarero decidió irse de viaje dejándome solo. El vecino de al lado entró por la ventana y violando el proceso de mi creación, introdujo un ingrediente extraño a mi mezcla. Comencé a sentir dentro de mí la extraña fusión, se convertía en parte de mí.
Mi hacedor regresó y se dio cuenta de lo que había sucedido, ahora yo necesitaba ese ingrediente para no desbaratarme.
Sentía el desprecio que mi creador tenia por mi.
Cada día el número personas que se quedaban mirando en aquella vitrina menguaba poco a poco, hasta que un día ya no regresaron.
Ahora que ya estoy terminado, me encuentro aquí, esperando que alguien se apiade de mí y decida adquirirme. Muestro un falso brillo intentando engañar a algún incauto.
Pero lo que más deseo es que alguien tropieze conmigo, caer directo al piso y romperme en mil pedazos.
Hallar paz. La verdadera paz.